Se llamaba Rafael Guastavino y llegó a Nueva York en 1881 con 40.000 dólares en la maleta y sin saber una palabra de inglés. Pero en apenas unos años su talento le llevó a levantar decenas de edificios en Manhattan y a fundar una de las constructoras más prestigiosas del país.
El artista valenciano (1842-1908) y su hijo menor (1872-1950) son los protagonistas de la exposición ‘Palacios para el pueblo‘,que permanecerá abierta hasta el próximo mes de septiembre en el Museo de la Ciudad de Nueva York. Es el merecido homenaje póstumo de la metrópoli a los hombres que diseñaron los techos abovedados de muchos de sus edificios justo antes del reinado del acero y el cristal.
La clave del éxito de Guastavino fueron las bóvedas tabicadas que levantaba con ladrillos finos y cemento según la tradición de los arquitectos medievales (…) Ahora, se le rinde homenaje en Nueva York.