A sus 38 años, José María Sánchez (Badajoz) dirige un estudio de arquitectura que acumula premios de todo el mundo. En 2011, la revista Architectural Review lo nombró el despacho emergente más prometedor del mundo. Lo importante en los proyectos de este pacense no es tanto cada trabajo sino la línea de investigación.
P- No tiene nada de la imagen de arquitecto gurú, vanidoso y solitario…
R- Yo creo que eso viene un poco heredado de arquitectos de otras épocas. Ahora me parece que el arquitecto es todo lo contrario, es una persona que puede hacer muchísimas cosas para su ciudad, por el modo de pensar que tiene y la ilusión, que normalmente nos acompaña a casi todos. Ese es el perfil que tenemos ahora.
¿Y hacia dónde cree que va el cambio?
No sabemos muy bien hacia dónde va. Hay quien dice que tenemos que cambiar ese perfil más artista, más de estudio pequeño, y empezar a formar grandes corporaciones; también hay arquitectos que empiezan a trabajar en cosas que no son del todo propias de la arquitectura. Quizá por esa capacidad que tenemos, espacial, de resolver problemas, de abrir mucho el campo de acción. A mí quizá la vía que me interesa menos es la de aquellos alumnos que una vez que terminan la universidad salen al extranjero de un modo automático, tan solo como mano de obra cualificada, barata y de apoyo. Eso no te permite desarrollar tu profesión en otros sitios y me da mucha lástima. Creo que en esa situación que se está produciendo ahora, tanto las entidades como la administración, tendrían que velar un poco más por estos profesionales, porque está muy bien salir pero no siempre.
¿En qué consiste su propuesta ‘Reload Sol’?
Nosotros planteamos el concurso primero intentando saber qué es Sol, que no es una plaza, es algo mucho más complejo. Nuestra propuesta lo que pretendía era detectar esas identidades que pasan en Sol para poder intervenir en ellas. Yo creo que es un lugar de cruce de caminos, que no es un lugar estancial como tal. Con lo cual es difícil intervenir en él. Se llama Reload Sol, por la cosa como de «recargar», volver a reiniciar ese espacio, darle una vida nueva.
¿Por qué se presentaron a un concurso donde las propuestas no se van a llevar a cabo?
Es un proyecto como nosotros los arquitectos, que estamos locos y trabajamos en cosas, muchas veces de un modo gratuito y desinteresado, por el placer de pensar en un lugar que tiene una carga simbólica. Sobre todo con lo que ha pasado en los últimos años: el 15-M, todas las manifestaciones y todo lo que ha sucedido ahí.
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